miércoles, agosto 17, 2005

Viaje a las islas

Con una taza de té sobre mi mesa, me preparo a escribir sobre mi viaje a Inglaterra e Irlanda. Advertencia: intentaré resumir 2 semanas de viaje lo más posible, pero este post será en cualquier caso un tanto largo.
Todo comenzó el 3 de agosto cuando, viajando aproximadamente 14 horas, me transladé de Dresden hasta Coventry, donde me recibió mi hermana. Como había de esperarse, tuve unos ligeros altercados con la migra, pero nada grave. Esa noche descansamos, pues el jueves temprano tomamos un avión hacia Dublín, Irlanda.
Dublín es una ciudad muy pequeña, y bastante agradable, aunque la guía decía que había que tener cuidado, como en toda ciudad. Ahí fuimos a la fábrica de Guiness (bueno, la verdad no a la fábrica, sino más bien como a un museo que está junto a esta). El edificio tiene la forma de una pint de cerveza. En la parte más alta, nos "obsequiaron" una Guiness bien fría.
Después hicimos el tour por la ciudad: visitamos la iglesia de San Patricio, fuimos a la zona medieval, caminamos por el río y, por supuesto, fuimos a Temple Bar, la zona de bares y restaurantes. Cenamos en un restaurancito muy agradable, un estofado de carnero que estuvo muy, pero muy bueno.
Al día siguiente en la mañana tomamos un autobús a Cork. Fueron 4.5 horas, pero valió la pena. Ahí visitamos varias iglesias, probé los scones (unos panecitos como bisquets), vimos el mercado de mantequilla(!), unos jardines, y dormimos en las residencias del University College Cork.
Ahí visitamos también una prisión muy singular. Resulta que los familiares de los presos debían pagar por la manutención, y si no lo hacían, pues al preso simplemente no le daban de comer, y corría el riesgo de morir de hambre. Me impactó lo severo de los castigos por crímenes menores que mostraban ahí.
La noche del 6 de agosto regresamos a Dublín. A la mañana siguiente fuimos al Trinity College, y entramos a la exposición del Book of Kells, un libro del siglo VIII. Tomamos un tour que me gustó mucho, pues el que lo daba era un alumno del Trinity College, y sus comentarios eran bastante incisivos.
Esa noche casi no dormimos, porque había que tomar el avión de regreso a Inglaterra muy temprano en la mañana. De hecho, por poco perdemos el autobús hacia el aeropuerto a las 4:30 AM.
Ese lunes, Beatriz se fue a trabajar mientras yo me quedé leyendo en Heronbank. Después me llevó a comer a un pub en Kenilworth, y caminamos por esa zona. En la noche fuimos a otro pub más acá llamado "Saxon Mill" con Ana Mari, Chris y Miguel.
Al día siguiente, fui en la tarde a Kenilworth a caminar y tomar fotos, mientras Beatriz trabajaba un rato. De igual forma fue el miércoles, que fui a Birmingham, a caminar por los canales y recorrer la ciudad. De ahí, Chris me dio un aventón de regreso a la universidad, y en la noche fuimos a cenar a Coventry, a un restaurante que "dependiendo a quién le preguntes es portugués o sudafricano" de pollos rostizados muy buenos, llamado Nando's.
El jueves decidimos pasear por el Big District en Derbyshire. Resultó que salimos un poco tarde, así que solo visitamos dos pueblos: Ashbourne y Matlock. Aún así, fue un viaje divertido.
El viernes tomamos el coche hacia Kent, al sudeste de Inglaterra, cruzando el Támesis por el puente Elizabeth II. Pasamos al castillo de Leeds, "el más adorable de todo el mundo"®. Sinceramente, resulta que sí es un lugar muy agradable; aunque el castillo es bastante pequeño, los jardines que lo rodean tienen toda clase de aves: un patoario, un halconario, y un aviario con aves exóticas (tucanes, guacamayas, loros, etc). Entre las atracciones está un show de las aves de presa, con halcones, búhos y vuitres, un laberinto y una gruta.
Después del castillo, fuimos a Canterbury, donde cenamos un pastel de carne borracha en un pub y caminamos en derredor de la catedral (que está impresionantemente grande).
El sábado visitamos temprano la catedral por dentro. Desafortunadamente no estaba permitido tomar fotos ahí, pero tiene bastantes adornos. Ahí me llamó la atención un grupo de turistas italianos, cuando estábamos en la cripta. Ahí se pedía guardar absoluto silencio, y los techos bajos de la cripta hacían que el ruido se acumulara rápidamente. Cuando entró el grupo, el ruido subió rápidamente. Entonces comenzaron los intentos por callarlos. Cada vez que se les pedía que se callaran, el ruido bajaba por unos instantes (pero no se detenía), y luego comenzaba a crecer poco a poco, y así, hasta que les pedían de nuevo que se callaran; era un juego de olas, muy interesante.
Tras la catedral fuimos a la playa en Deal (en el sudeste de Inglaterra, muy cerca de Sandwich), un pueblo pesquero. Ahí realizamos actividades típicamente inglesas, al comer fish & chips en la playa, bajo el rayo del sol.
De Deal, nos fuimos a Dover, aquel lugar donde se toma el ferry hacia Calais (la distancia entre Inglaterra y Francia por esa parte del canal son sólo 32km). Ahí tienen un castillo muy grande, y precipicios blancos de cal. Desde lo alto de los precipicios, y a pesar de lo nublado del día, logramos ver Francia a la distancia.
Regresamos a Canterbury, y visitamos el castillo, que no es más que una pequeña habitación de piedra que se ve que usa la gente para emborracharse. Me recordó mucho a una que visitamos en Muttenz, cuando caminamos en la montaña con Stefan, solo que la de Suiza no olía a orines(!).
El domingo paseamos lo que nos faltaba de Canterbury, culminando en la Abadía de San Agustín, que ahora son ruinas de lo que llegó a ser una iglesia del tamaño de la catedral. Después tomamos el regreso a Coventry, haciendo una escala en Rochester, el pueblo de Charles Dickens. Ahí visitamos la catedral y el castillo, que tiene el keep más alto de toda Inglaterra (129 pies).
El cruce del Támesis fue ahora por un túnel.
El lunes, mi último día en Inglaterra, teníamos planeada una cena mexicana, así que mientras que Beatriz trabajaba un rato, yo me quedé cocinando y desmenuzando el pollo. A medio día hicimos una pausa para ir al cine a ver Madagascar, y regresamos a terminar la cena: taquitos de pollo, chilaquiles, guacamole, arroz y helado conformaron la cena. Estuvo muy amena, con Ana Mari, Chris, Miguel, Fernanda, Zorana y Ranko. Zorana llevó adicionalmente un pastelito MUY rico.
A las 3:45 AM salió mi autobús hacia el aeropuerto, emprendiendo mi regreso a Dresden. Hice una escala en Altenburg para conocer el pueblo, aunque no subí a ver el castillo (ya había visto bastantes en las últimas 2 semanas), pero disfruté de los jardines.
Esa es la reseña de mi viaje.
Beatriz, si hay algo que falte, dime para agregarlo.

Actualización: Recibiendo los comentarios de mi hermana, hay ciertos detalles que quiero agregar.
El último día que estuvimos en Dublín (domingo) caminamos hacia el este con la intención de ver el mar. En realidad no logramos ver el punto donde el río se adentraba en el mar, pero en todo caso tuvimos vistas agradables. Después, en el avión de Dublín a Birmingham fue posible tener vistas maravillosas. Beatriz dice que vio la silueta de la isla cuando enmarcada por el mar. Yo la verdad me dormí casi todo el viaje, así que no vi mucho, pero de regreso de Inglaterra a Leipzig tuve una vista similar, aunque no sé qué fue lo que vi, no sé por dónde pase el avión, pero yo creo que fue una vista de África con el Mediterráneo en el norte.
Al final del viaje, la catedral de Rochester nos pareció muy interesante, pues estaba viva, en verdad era una iglesia acogedora: tenía flores, la iluminación era agradable, y el ambiente interior sí era más o menos de paz.

2 comentarios:

Rafael Peñaloza dijo...

Ah, pues cuando lo decían yo entendía "Big"... ya ves que estoy medio sordo, jejeje.
Esa zona boscosa está muy padre. La recomiendo para futuros turistas a la isla.

Rafael Peñaloza dijo...

Pues yo dije que no sabía qué había visto, pero es la explicación más lógica que encuentro, pues viajaba de Oeste a Este, y vi una gran mancha de mar, y del lado derecho tierra, con una pequeña isla a un lado. No sé qué haya sido.

Por cierto que olvidé decir que el aventón que me dio Chris fue en un fabulosísimo y clásico vocho rojo del 79 que estaba en perfecto estado (excepto por el hecho de que el volante estaba del otro lado).