Resulta que pasé toda esta semana en Alemania, más específicamente en Dresden y Leipzig, visitando viejos colegas e intentando crear nuevas colaboraciones de trabajo. En muchos sentidos, fue un salto hacia mi pasado. Primero, visitando una ciudad a la que llegué por primera vez hace 13 años, y que visité por última vez en Septiembre de 2015. Segundo, llendo un día a Leipzig, una ciudad que abandoné a principios del 2009 y a la que pocas veces he ido desde entonces.
Esta visita me dejó en un permanente estado de extrañeza. Obviamente, después de pasar tanto tiempo en ambos sitios, no tenía ningún problema orientándome, yendo de un lugar a otro, y sabiendo cómo comportarme en diversas situaciones. Pero al mismo tiempo, las ciudades me atacaron continuamente con sorpresas: ¡ey, esto no estaba aquí!, ¿no había aquí una panadería?, ¿y ahora dónde encuentro un centro telefónico?, etc. Este tipo de conflictos me ayudó a mantenerme alerta sobre el hecho de que ya no vivo ahí.
Y con todo, la gente me trató de maravilla. Todos parecían contentos de volverme a ver, y pasé los días discutiendo e intercambiando ideas de muchos temas distintos. El clima también me trató muy bien, dejándome pasear sin frío, y mostrándome las distintas etapas del cambio entre el verano y el invierno. Una mañana, el cielo amaneció con ese rojo intenso que tantas veces vi en el pasado, dándome un empujón positivo hacia un día largo de trabajo. Al día siguiente, sólo 24 horas después, el cielo era totalmente distinto, con una neblina que no dejaba ver nada más allá de unos doscientos metros.
Los días pasaron rápidamente, pero por suerte pude visitar a la mayoría de las personas que todavía quedan en esas áreas, y ver lo que ha pasado con el lugar. También logré darme un par de vueltas para fotografiar a la Florencia del Elba, con sus edificios clásicos. En mi día en Leipzig pude ver también la gran cantidad de cambios que ha sufrido la ciudad, en particular en el área de la universidad, donde construyeron el Paulinum, un edificio hecho para parecer una iglesia que fue destruída durante la guerra. De hecho, mi plática fue en el área que representa esa iglesia.
Todo terminó muy rápido. Habría querido quedarme más tiempo, pero tengo tantas cosas para continuar que en parte será como si siga ahí por ahora. En honor a mis últimas horas en la ciudad, me levanté temprano y fui a fotografiar el amanecer. Dresden, como casi siempre, no decepcionó.