Fuego!
Ya deben de haber notado, por los comentarios que hago, como por ejemplo el que hice sobre las danzas de Yvanuschka, que me encanta el fuego.
Si lo medito detenidamente, es una de mis atracciones más absurdas: no hay nada que deteste más, y soporte menos, que el calor; las luces demasiado brillantes me provocan dolor de cabeza; y aún así, ahí estoy, detras de las flamas, mirándolas siempre, atraído por sus movimientos impredecibles, pero que parecen estudiados y planeados.
Aunque no requiere de mucha habilidad extra (aunque sí de algunas precauciones), siempre que un malabarista agrega fuego a su acto, éste crece automáticamente, e incluso si comete algunos errores, el público se los perdona, por el riesgo que corre al jugar con este elemento.
Prende una flama viva, que me haga obligar la muerte, y te seguiré hasta que la tengas que extinguir.
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