Prebischtor
El fin de semana cruzamos la frontera con la República Checa a pie, con el fin de visitar Prebischtor, el puente natural de piedra más grande de Europa.
El tour, organizado por Armin Kühnemann, consistía en subir la "montaña" de 300 m. de altura, dar un rodeo de bajada pasando por dos pequeños pueblos, tomar un bote por una sección de un río influente del Elba, y caminar de regreso.
A pesar de que resultó ser un viaje muy pesado, con todas las subidas y bajadas, el sol pegando de lleno y el calor insoportable de la última semana, creo que realmente valió la pena hacer el esfuerzo por ver el arco de 16 m. de altura y los excelentes paisajes que nos rodearon.
El paseito en bote también fue interesante, pues el "gondolero" iba mostrando atracciones, imágenes en la roca u otros detalles visibles; me acordé de la gente que muestra los elementos en el árbol del Tule o en las grutas de Cacahuamilpa.
Al final del viaje aprovechamos para tomar una cerveza checa barata (esta vez no fue gratis, como en mi primer viaje a Praga). En un local, medio litro de cerveza de 12° de alcohol, nos costó menos de 1€.
El último esfuerzo lo tuvimos que hacer una vez cruzada la frontera de regreso, pues estuvimos a punto de perder el tren. Corrimos, y afortunadamente el conductor se apiadó al vernos desde las alturas (pues veníamos del río) y nos esperó.
Lo más sorprendente es que, a pesar de la caminata de más de 6 horas contínuas, al día siguiente estaba como si nada, sin dolores musculares.
El tour, organizado por Armin Kühnemann, consistía en subir la "montaña" de 300 m. de altura, dar un rodeo de bajada pasando por dos pequeños pueblos, tomar un bote por una sección de un río influente del Elba, y caminar de regreso.
A pesar de que resultó ser un viaje muy pesado, con todas las subidas y bajadas, el sol pegando de lleno y el calor insoportable de la última semana, creo que realmente valió la pena hacer el esfuerzo por ver el arco de 16 m. de altura y los excelentes paisajes que nos rodearon.
El paseito en bote también fue interesante, pues el "gondolero" iba mostrando atracciones, imágenes en la roca u otros detalles visibles; me acordé de la gente que muestra los elementos en el árbol del Tule o en las grutas de Cacahuamilpa.
Al final del viaje aprovechamos para tomar una cerveza checa barata (esta vez no fue gratis, como en mi primer viaje a Praga). En un local, medio litro de cerveza de 12° de alcohol, nos costó menos de 1€.
El último esfuerzo lo tuvimos que hacer una vez cruzada la frontera de regreso, pues estuvimos a punto de perder el tren. Corrimos, y afortunadamente el conductor se apiadó al vernos desde las alturas (pues veníamos del río) y nos esperó.
Lo más sorprendente es que, a pesar de la caminata de más de 6 horas contínuas, al día siguiente estaba como si nada, sin dolores musculares.
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