Depresión
La depresión es como una adicción. La conoces, sabes que la tienes, la quieres evitar, y continuas a caer en ella. Cada mañana es una nueva batalla; un día más para luchar y tratar de contener el ansia, la necesidad de recaer y ver a todo en tu contorno girar.
Y, de tanto en tanto, hay días en los que no encuentras una razón para contenerte. No es un problema. Puedes bajar la guardia un poco; han pasado ya tantos meses, un pequeño descanso no te hará mal. Y, ¿por qué no descansas otro poco? Ya que estás, no salgas de la cama, no hagas tu trabajo, no mires hacia adelante. Y, antes de darte cuenta, estás completamente dentro. Porque la depresión es como una adicción, hay que pelear con ella, hay que tratarla, y hay que admitir que está ahí.
Y a veces no queda más que decir la verdad, respirar hondo, y luchar contra uno mismo, contra todo instinto que te obliga a mantenerte sentado, y escuchar esa pequeña voz que quiere que crezcas, para que ella pueda crecer también.
No es justo. La depresión es como una adicción, no entiende condición social o económica. No le importa tu estado civil, ni la llegada de tu hijo. Llega y se hospeda en tu casa nueva, mancha tus muebles nuevos, y se come todo lo que tanto te gustaba comer. Y a veces, lo único que se puede hacer es aceptarlo, y hablar.