Capítulo Primero
Como prometí hace ya un tiempo, aquí les dejo el inicio de lo nuevo que estoy escribiendo. Es muy corto todavía, y ya me metí en un gran problema intentando cerrar todos los cabos que he puesto, pero la idea sigue siendo interesante.
Disfruten y comenten.
¡Puta!-los gritos resonaban a través de puertas y pasillos exagerados-¡Eres una puta!
El llanto provocaba feroces temblores en Vella, que no se atrevía a cambiar de posición. Permanecía recostada, con las rodillas en alto y las piernas bien abiertas. El sudor que cubría su cuerpo se mezclaba con promiscuas lágrimas heterogéneas; negros cabellos fluían hasta las sábanas manchadas de fluidos corporales.
Apretaba los labios. No quería gritar. No quería expresar dolor. Pero dolor era en lo que se había convertido su vida. Su noble orgullo era insultado repetidamente, su cuerpo ardía en el calor de los golpes con que era abatido. Su vagina se contraía lentamente a su tamaño original. La pierna izquierda acalambrada. Nada de esto la molestaba. Su mente fija en la escena que sus ojos casi grises captaban: ese gran hombre fuera de control, como nunca antes lo había visto ninguno. Y Vella seguía sin entender.
Al fin Vass detuvo sus azotes y guardó silencio por unos segundos. Lentamente alzó ambos brazos. Sobre el izquierdo sollozaba un neonato placentoso, mientras la mano diestra lucía una larga navaja curva, la hoja ennegrecida del uso.
Mira por última vez al animal que has engendrado, puta.
Las palabras del único hombre que estaba presente durante el parto seguían sin tener sentido.
¿Cómo puedes llamar animal a tu propio nieto? ¿No ves acaso que es puro?
¿Puro?-resopló Vass, dejando escapar una sonrisa sin rastros de falsedad-Mira y aprende.
La fina hoja cortó el ruido y los suaves cartílagos simuláneamente. Una espesa masa negra comenzó a fluir de la herida y Vass dio vuelta al cadáver para dar una mejor vista a su hija. Ahora la sangre formaba fétidos grumos que salpicaban las botas de Vass.
¿Esto te parece puro?
Con movimientos expertos, Vass desprendió la cabeza de su última víctima y la arrojó sobre la cama. Vella se enroscó en una esquina, tan lejos de ese cráneo como le fue posible, finalmente capaz de cerrar los ojos.
Puedes llevarle eso a tu príncipe, si quieres-fueron las últimas palabras que Vella escuchó.