Santo Subito
Tras la muerte de Juan Pablo II en abril de 2005, en Roma se elevó un grito fuera de lo habitual: "Santo subito!" gritaba la gente que pedía que se beatificara a este hombre de inmediato.
El problema con esta petición son las mismas reglas de la Iglesia Católica. Según estas, la beatificación tiene como condición necesaria la ocurrencia de un milagro (comprobado). ¿De dónde le pueden adjudicar un milagro a Juan Pablo II?
Desde entonces, para justificar la condición de santo, se le han adjudicado varias circunstancias a este hombre que antes no existían. Se ha dicho ahora que la Virgen de Fátima lo aconsejaba, que ha curado el mal de Parkinson, y que su tumba le ha devuelto la capacidad de andar a un niño. Y yo, lo único que puedo hacer es pensar en el octavo mandamiento que, según el catecismo aprovado por el mismo vaticano es
no dirás falso testimonio ni mentirás.
Sencillamente, ¿no era más fácil romper una regla burocrática que violar una de las supuestas normas básicas?
Santo o no santo, no me importa, pero que intenten mejorar la imagen de ese hombre por medio de obvias mentiras, me parece grotesco.
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