De visita
Desde que estoy viviendo fuera, los viajes a México, no importa cuán largos, me han dejado una sensación de incompletud: simplemente es imposible hacer todo lo que uno quisiera, y quedan tantos amigos sin ver, tantas cosas sin terminar. Cuando el viaje es de apenas una semana e incluye estar en otra ciudad por la mitad del tiempo, esta sensación se incrementa.
Y con todo, esta ha sido la vez que mejor me la he pasado.
Quitando lo obvio (una boda excelente, donde ni yo me reconocí de todo lo que bailé) una sensación de calma que llevé conmigo me ayudó a observar mejor lo que visitaba, a digerirlo mejor, a disfrutar todo lo que llevé a cabo hasta el final.
Y por supuesto, tener a Anto junto a mí fue una gran ayuda.
Ahora sólo queda convencerla de ir para navidad de nuevo.
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