sábado, septiembre 02, 2006

Bélgica

El lunes 21 llegamos a Bruselas poco antes de las 18:00 horas. La ciudad nos recibió con una tormenta mientras nos dirigíamos cuesta arriba a nuestro hostal. Tras la mojada, con el cansancio acumulado del viaje y la salida tempranera que nos esperaba el día siguiente, no hicimos gran cosa; simplemente paseamos en las cercanías del hostal, observamos la puesta de sol desde un mirador, y regresamos a dormir.

The Brugge tower
El día siguiente, tras un rápido desayuno, tomamos el tren a Brujas. Llegando ahí nos encontramos con que había una exhibición de esculturas de arena, básicamente parecía de castillos de forma medieval. Sin embargo, decidimos que era mejor pasear por la ciudad que pasar el tiempo entre arena. La visita al centro del óvalo de Brujas no pudo ser mejor. Nos tocó un clima excelente y sin tantos turistas, tal vez por ser martes. Tras entrar a ver tumbas del siglo XV que fueron descubiertas al mudar el cuerpo de un rey, caminamos por el resto del pueblo. Brujas tiene un aspecto muy interesante, cubierto de iglesias y casas viejas en excelente estado de conservación, pero con todo el arsenal moderno de una atracción turística. Tras pasar por varias callecillas, iglesias y parques, sufrimos el mal de Brujas: nos perdimos. Cómo puede uno perderse en un lugar tan pequeño es algo que todavía no me explico, pero yo lo he hecho en dos ocasiones.
Tras recuperar el buen camino, regresamos a Bruselas.
Tower
Aunque no era tan temprano, decidimos ir a caminar por el centro, pasando por el callejón de restaurantes, yendo antes, por supuesto, a la catedral de los santos Miguel y Gudul. Llegamos a la plaza principal, desde donde fuimos a visitar al tan aclamado y siempre desilusionante Manneken Pis y comer waffles con fresa y chocolate. Tras eso, regresamos a la plaza principal esperando el espectáculo de música y luces que se presenta "diariamente entre 22:30 y 23:00 en el palacio de gobierno". Esperamos y esperamos, y regresamos a dormir sin haber presenciado el espectáculo; por alguna razón que desconozco en ese día no se llevó a cabo.
Aunque estábamos muy cansados, planeamos la salida para el día siguiente hacia Antwerpen Amberes.
Al día siguiente llegamos temprano a Antwerpen Amberes, un gran centro de comercio de diamantes. Para llegar al centro histórico desde la estación de trenes, hay que andar por varias calles llenas de comercios.
Cathedral
Cuando por fin llegamos, fuimos directo a la catedral. Ahí nos topamos con una cosa curiosa: la torre de la iglesia pertenece al estado, y son ellos los que dan permisos para subir. Por alguna decisión poco convencional, el acceso a ella se permite solo los miércoles de agosto y septiembre, previa cita para reservar lugar. Por lo tanto, no tuvimos la oportunidad de observar el panorama desde ella. Continuamos la marcha por el palacio de gobierno, los puertos antiguos, más iglesias y más plazas. Más tarde cruzamos el Scheldt usando el tunel de Santa Anna: un túnel peatonal (y para bicicletas) de 587 m. de largo. Antes yo había cruzado un río por medio de un túnel a pie en Hamburgo, para llegar al área de muelles del Elba. Lo curioso con este es que, al abrirse el elevador, de pronto nos encontramos como en una sala; yo incluso pensé que nos habíamos equivocado de botón, o nos estaban jugando una broma: el elevador tenía alfombra, tapiz, una mesita, sillones, incluso cuadros en las paredes, y tres personas estaban ahí, ofreciendo una bebida o galleta a los que bajaban (o en su caso subían) al túnel. Del otro lado, el elevador era uno común y corriente.
Desde la orilla opuesta del río, la vista de Antwerpen Amberes es estupenda. Esto es gracias a que los únicos edificios altos son los históricos. Así, nos fue posible ver todas las torres a la vez, mientras la brisa refrescaba nuestro almuerzo.
De regreso a la estación de trenes nos acercamos a un área que nos pareció curiosa desde lejos, por el simple hecho de que había un policía parado a media calle observando a todos los que entraban, y dos casetas de seguridad muy cerca una de otra. Una vez entramos al área peatonal, todo se sentía tenso. Nunca había tenido tal sensación de pesadez sobre mí: el aire estaba viciado, todos hablaban en voz baja y tono un tanto preocupado; todos miraban sospechosamente; todos iban de prisa. Después lo notamos: estábamos en el área de compra-venta de diamantes. Tan pronto como nos alejamos de ahí, la sensación de tensión disminuyó.
Regresamos a Bruselas muy temprano, por lo que tuvimos oportunidad de visitar los puntos de interés que nos faltaban, dejando únicamente el Atomium para la mañana siguiente.
Así, el jueves temprano, tras reservar nuestro tren a París (y el hotel), fuimos rápidamente a la estructura construida para la Feria Mundial de Bruselas de 1958, y que recientemente fue renovada. Siendo mi tercera visita al Atomium, esta fue apenas mi primera oportunidad para subir. Dentro tiene un elevador que viaja a 5 m/s (el más rápido de Europa, según ellos dicen) llevándonos a una altura de 103m, nada espectacular, pero agradable. La estructura de cubo boludo de este monumento siempre me ha llamado la atención.
Después de descender, lo único que nos quedaba por hacer era viajar a París.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El nombre castellano de Antwerpen (Lanzamano) es Amberes. (Los italianos dicen Anverso y los portugueses Antuerpia).

Saludos,

José

Rafael Peñaloza dijo...

Muchas gracias por la información, José. Corregido.