Escalera al cielo
No pudo venir en mejor momento esta caminata. Después de sentirme mal por mi plática, no quedaba mas que relajarme y disfrutar una nueva caminata por la Suiza Sajona, a donde he ido muchas veces, y aún así siempre hay algo nuevo que visitar.
En esta ocasión, comenzamos tomando un trenecito que viaja a orillas del río Kirnitz, hasta llegar a una cascada artificial llamada Lichtenhainer.
De ahí ascendimos una montaña hasta llegar a Kuhstall, junto al cual se encontraba el Himmelsleiter, es decir, la escalera al cielo, que tuvimos que acender con mucho cuidado (capaz que no nos querían aceptar y nos aventaban desde arriba). Disfrutamos de la maravillosa vista antes de bajar e ir a Schneiderloch, una caverna tan estrecha, que no sé por qué no le pusieron a este el ojo de la aguja. De ahí descendimos y luego subimos más de 200 escalones que forman la mitad del ascenso a la pequeña montañanavideña invernal (Kleine Winterberg). Tras subir, volvimos a bajar. Yo ya me sentía como yoyo.
Tras una pausa, decidimos cambiar el plan y en lugar de subir una tercera loma, caminar en medio de dos de ellas. Aún así, todavía nos faltaban unas tres horas de caminata, pero al menos ya no sería de subida.
Regresamos bien a Bad Schandau, comimos una pizza y una cerveza, y luego Yusri recibió una llamada: nos invitaban a una fiesta en casa de María.
Así, dado que no tenía nada que hacer en Leipzig de todos modos, me quedé otra noche en Dresden, celebrando con viejos y nuevos amigos. Todos los males olvidados, mañana hay nuevos bríos para continuar.
Este viaje fue en verdad una escalera al cielo.
En esta ocasión, comenzamos tomando un trenecito que viaja a orillas del río Kirnitz, hasta llegar a una cascada artificial llamada Lichtenhainer.
De ahí ascendimos una montaña hasta llegar a Kuhstall, junto al cual se encontraba el Himmelsleiter, es decir, la escalera al cielo, que tuvimos que acender con mucho cuidado (capaz que no nos querían aceptar y nos aventaban desde arriba). Disfrutamos de la maravillosa vista antes de bajar e ir a Schneiderloch, una caverna tan estrecha, que no sé por qué no le pusieron a este el ojo de la aguja. De ahí descendimos y luego subimos más de 200 escalones que forman la mitad del ascenso a la pequeña montaña
Tras una pausa, decidimos cambiar el plan y en lugar de subir una tercera loma, caminar en medio de dos de ellas. Aún así, todavía nos faltaban unas tres horas de caminata, pero al menos ya no sería de subida.
Regresamos bien a Bad Schandau, comimos una pizza y una cerveza, y luego Yusri recibió una llamada: nos invitaban a una fiesta en casa de María.
Así, dado que no tenía nada que hacer en Leipzig de todos modos, me quedé otra noche en Dresden, celebrando con viejos y nuevos amigos. Todos los males olvidados, mañana hay nuevos bríos para continuar.
Este viaje fue en verdad una escalera al cielo.
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