Hace mucho, mucho tiempo, tanto que se han perdido todos los registros de este hecho, un hombre llamado Nys escapó de su natal Amsterdam, huyendo de un grupo represivo que amenazaba con matarlo en el calor de un hogar.
A dónde iría, no tenía ni idea; a dónde fue, lo desconocemos; lo único cierto es que salió tan de prisa que olvidó vender su propiedad en lo que todavía era una pequeña villa.
Como única herencia, dejó Nys a su hijo testimonio de esa propiedad que le pertenecía, para que la reclamara a su regreso a Amsterdam. Desafortunadamente, ni él ni sus descendientes directos vieron esa tierra nunca más.
Durante varias generaciones, la familia fue incapaz de establecerse en un sitio fijo. Migraron hacia el este de Europa, donde tuvieron paz durante un par de generaciones; después, intentando regresar a la tierra de sus antepasados migraron a Alemania; esto fue lo más cerca que lograron llegar de su meta.
Situaciones desfavorables los obligaron a huir nuevamente; Europa ya no era segura para ellos. Así, tomaron la resolución de embarcarse hacia Sudamérica. La historia, no obstante, tomó un giro inesperado cuando la nave hizo una pausa en un puerto mexicano. Ese país parecía seguro y agradable, y decidieron quedarse ahí.
La familia se asentó, y vivió en calma, por lo que poco a poco la historia sobre el patrimonio que fue abandonado en Amsterdam se fue olvidando.
En un esfuerzo desesperado por que la historia quedara grabada para siempre, uno de los descendientes de aquel pobre que tuvo que abandonar su ciudad, viajó en busca del lugar indicado, junto al canal adecuado y, con un bote de pintura, reclamó la propiedad que, por herencia, le correspondía.
Así es, esta casa - dijo mientras escribía - pertenece al hijo de Nys ... desafortunadamente, no se preocupó por la correcta ortografía.